sábado, 23 de abril de 2011

La Sonrisa

Siempre su presencia la había sentido aún después de su partida. Era en este período que cuando se hacía más fuerte. Más evidente.

Luego de regresar de las honras fúnebres hechas en el cementerio del Pueblo, María José Fernández Saavedra había llegado a su casa siendo la misma mujer, tal vez un poco más cobarde de lo que por costumbre dejaba ver. Era el tiempo de desprenderse de aquellos recuerdos, vivencias y objetos que le hacían recordar a su madre, quien luego de varios años de agonía bajo el cuidado de Marijó como solía llamarle expiró su último aliento horas antes.

En algunas ocasiones Marijó podría estar en la cocina o en otra habitación y podría haber sentido como alguien la estuviera mirando, sabía que no era su madre, pues, su cuerpo se encontraba postrado en una cama cargado de no se sabe cuantas mangueras con medicina para disminuir el dolor, y "alargar" su vida. 

Las noches entre Marijó y su madre eran sencillas, pues, solo preparaba la cena para ella, veía la telenovela  (siempre y cuando tuviera luz eléctrica porque solía irse), se daba un baño y luego a la cama. Entraba en aquella oscura habitación que se iluminaba sólo por la luz de la Luna que se colaba por la ventana, y lista a dormir. Así transcurrían sus días. 

Pero Luego del fallecimiento de su Madre quedaría sola en aquella casa, llena tanto de ellas, tanto de recuerdos. La noche luego de las honras fúnebres haría exactamente lo mismo, con la diferencia que no habría luz. Solo tomaría el baño, y se le haría la media noche mientras organizaba todo. Más sin embargo de camino a la habitación escucharía la risa de alguien, proveniente del interior, aunque lo parecía increíble, era muy parecida a la de su madre. Con mucho temor entraría, y en efecto encontraría a alguien tapado con una manta sobre el espaldar de la cama, riéndose y murmurando algo, su cuerpo brillaba por si solo, al menos lo que dejaba ver que eran sus manos tapándose la boca. Marijó espantada saldría corriendo del lugar buscaría desesperada   una vela.
 
Investigación infructuosa ya que nuevamente se le aparecería aquella imagen, esa misma sonrisa, en tono burlesco. Pasaría la noche sin saber que sería aquello que la atormentó.

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