viernes, 13 de abril de 2012

La venganza de los pollos muertos

Fue en aquel momento en que los pollos se cansaron de las humillaciones y sin el saber del porque no regresaban sus padres al corral, del porque no volvían a ver a los que fueron sus amigos, que cuando crecieran seguramente no volverían a casa. Del porque tenían nuevos hermanos menores, cada ciertos meses, a los que no verían crecer.

Sin respuestas algunas, sin verdades encontradas, un grupo de pollos de la granja "La pluma dorada" decidieron investigar tales hechos lo que encontraron cambiaría sus vidas.

Siempre se preguntaron del porque los tenían tan bien alimentados, tan nutridos y hasta cierto grado de consentimiento en sus hábitos, en su alimento el cuidador del corral siempre añadía extraños granos de comida, pero que la hacía más apetitosa y les provocaba el comer más y más. Solía pasar que el que comiera más de esto crecía más fuerte y más rápido que los demás y se lo llevaban a dar un paseo, del que no volvería.

Paso una mañana en que a uno de los compañeros que era muy glotón se lo llevaron, y el grupo que ya venía conspirando la investigación a los humanos, aprovecharon de distraer al cuidador y que dos de ellos salieran por la puerta, se escondieran y vieran cuidadosamente a donde se llevaban a los pollos más gordos.

El efecto que provocaba el aditivo químico en el alimento era el crecimiento y engorde de los mismos, lo que conocemos como hormonas, caso contrario ocasionó en los pollos que decidieron investigar, puesto que en ellos no sólo los engordó, también logró desarrollar la inteligencia y superar la llamada "mente de pollo".

Siguieron sigilosamente al cuidador sin que este se diera cuenta. Entraron a una habitación, una gran puerta gris, con una ventanilla atravesarían, corriendo y sin piar.

Escucharían extraños ruidos que les helarían la sangre, literalmente, y les pondría la piel de gallina. Lo primero de todo era el aturdidor ruido de sus hermanos emplumados, al ser sometidos a un baño de agua hirviendo. Luego que no tenían señales de vida, les era cortada la cabeza con un hacha y desechada por toneladas, junto a las patas.

Estos dos últimos elementos eran incinerados y molidos para comida para perros. Había sangre por todos lados, el olor al rojo liquido penetraba todo el lugar. Habían más de 20 humanos dispuestos a pelar, cortar y empaquetar pollos.

Si bien es cierto, fueron muy valientes a la hora de escapar, seguir, y entrar a la habitación, lo fueron aún más cuando tuvieron la osadía de enfrentarse al cuidador del corral. Ya lo reconocían, sabían que no era tan bueno como aparentaba, que en cualquier día podían ser cualquiera de ellos los que estuvieran desplumando, por eso llamaron la atención al volar hasta una mesa y cantar.

Por supuesto, el sonido interrumpiría las actividades de los trabajadores buscando con la mirada, cuchillos en las manos y sentidos activados donde estaba el gallo cantor.

Se trataba de Papa Pollo, un gallo de 5 kilos aproximadamente, con una gran cresta roja, plumas blancas y unas espuelas afiladas gracias a su habilidad con la arena y cemento del corral donde se crío.

Aunque no manejaba el idioma de los humanos, su mensaje fue claro, la libertad y poder expresarque se detuviera la matanza de tantos como él. Al menos así fue interpretado por su compañero que aguardaba debajo de una mesa para cubrirlo.

Al ser visto por el celador del corral, este intentó convencerlo con maíz, hacían ya dos días que Papa Pollo no comía porque sospechaba lo que podía pasar si engordaba mucho. Intentó de picar, pero recordó lo que le pasaba y donde estaba. Lo hizo nuevamente pero decidió salir corriendo.

Inmediatamente el celador alertó a sus compañeros, pero el compañero de Papa Pollo no resistió la tentación   de ver el maíz regado y se dispuso a comer, cuando Papa Pollo lo vio salió corriendo hacía el. Cuando el emplumado compañero alzó la cabeza para ver correr al valiente gallo, el intrépido plumífero fue alcanzado por un cuchillo que vino desde arriba y que degollaría su cabeza.

Su cuerpo se desplomó, su cabeza corrió a un lado sobre un charco de sangre. Nuevamente la sangre de Papa Pollo se helaría, sentiría compasión por su otro hermano emplumado, deseaba correr pero estaba rodeado, pasaron por su mente tantas cosas que no tuvo otra alternativa que la venganza.

Buscaría al celador para clavar sus potentes espuelas en su cabeza, corrió y corrió, lo encontró y voló hasta su objetivo, empezó a darle picotazos, luego con las patas, su mayor defensa. Cuando vio bastante sangre, verificaría el estado de su víctima que tenía un cuchillo en su mano.

Cesaría su ataque, para recibir una certera y fulminante cortada en su cuello. La suerte de Papa Pollo sería como la de muchos otros de su especie, no se haría venganza, continuaría la historia, continuarían engordado más pollos y no volvería a ocurrir otro día en el que los pollos decidieron tomar venganza.