martes, 26 de junio de 2012

Ser Periodista


Dicen que detrás de un hombre de bien, hay siempre una buena mujer. Yo le cambiaría que detrás de un Periodista siempre habrá una excelente mujer capaz de amar y aguantar noches y días de ausencia y sufrir por ese a quien como a nadie le entrega su amor.

No me lo han preguntado aún, pero siempre me lo he imaginado estando ya con cierta edad, y haciéndome esta pregunta ¿Qué significa para ti ser Periodista?, corregiría esto y le diría que ha significado. A ciencia cierta muchas cosas de las cuales no me atrevería de calificar como buenas o malas, solo la experiencia lo define.
En tan poco tiempo he entendido que algunas veces se está solo, que debes asumir y resolver en el acto, si no te “mueres”. Dejar a un lado lo sentimental y enfrentar la situación. Que muchas de ellas debes dejar de atender el teléfono así sea una llamada muy importante de algún familiar, porque estás trabajando, estas entrevistando y no se puede detener el tren.

El estar pendiente de lo que ocurre, llevar sol, lluvia y pagar plantón. Son una de las principales características de esta profesión, pero una de ellas es comer a destiempo,  y vivir la presión por “la nota” es sin duda la más emblemática.

Solemos hacer muchas funciones en una sola profesión: Somos administradores de puntos, comas y palabras. Matemáticos para contar las cuartillas. Educadores, lo que usted no entienda, nosotros trataremos de explicárselo, lo que no conozca aún en cuanto a temas de actualidad, se lo llevamos a sus ojos y oídos.  
Psicología, saber cuándo te están mintiendo y cuando se incomoda la persona con lo que le preguntas, además de cómo abordar un tema tabú. Mercadeo, como titular para que “venda” la noticia.

En mi andar diario, me encargo de observar todo lo que me rodea, de llevar la vista más allá de lo que está ante mis ojos. Escuchar lo que se dice a mí alrededor por aquellos para quienes de alguna forma u otra escribo.  

Escribir para mí es el arte donde como artistas plásticos vamos haciendo nuestra pieza. Como cocineros añadiendo ingredientes, y como pintores que con suaves pinceladas, hacemos la obra.

¿Que cual es la parte más importante para mí de cuando escribo? es llevar alguna información y con ella educar a quien lo lea, escuche o lo vea. Es el mejor pago que he recibido, y mejor bono que me han dado.

Gracias a todos aquellos que me han impulsado de alguna forma u otra a llegar donde estoy, no sólo con su apoyo, también con sus palabras y paciencia cuando he dicho: “No Puedo porque tengo pauta, Salgo a tal hora”.

Este último párrafo la dedico a quien ha sido mi compañera durante casi cuatro años, y no es porque sea el menos importante. Comenzamos desde temprano y te agradezco porque te has aguantado tantas cosas por mi profesión, por mis días y noches sin ti. No sabes cuánto lo valoro... Hasta ni yo mismo lo creo que seas mi Pareja Adriana Carolina. Nuestro sacrificio es el mayor valor de nuestra relación y Te Amo por eso y más.

Felicidades a todos los compañeros y colegas, sigamos adelante, educando, formando e informando, aunque seamos los mensajeros mal pagados. 

miércoles, 6 de junio de 2012

Caperucita Roja, otra historia


Pero es que nuestra Caperucita Roja solo fue perseguida y engañada, tampoco con el cuento aquel que si los dientes, los ojos, las manos o los píe. Fue más allá de un diálogo lo interpuesto por su cobarde captor. Fueron más que sus oídos, los que sintieron en su cuerpo la presencia de aquel que de su piel e inocente humanidad anduvo por primera vez. 

No eran manzanas las que llevaría, tampoco tartaletas o dulcitos de alguna fruta. Se dice que nuestra Caperucita andaba siempre alegre, era la niña que a su edad jugaba con muñecas, se maquillaba ante el espejo soñando que era una mujer. La que cantaba sola o bailaba en una reunión familiar, la que quería mucho a su abuelita. 

Morenita, de cabello en rulos, de ojos grandes, y boca pequeña, sus brazos largos como sus piernas, delgada y de gracioso andar, sobre todo cuando salía con su mamá a visitar a su abuelita, algunas veces iba sola, por la proximidad de las casas.

Fue en esas tardes de ir y venir que aquel Lobo, la acechaba siempre le preguntaba a donde se dirigía e inocentemente ella respondía: " a llevar dulcitos a mi abuelita". Él se sonreía, y sobando sus labios, la miraba alejarse en el camino. 

Pero un día, el que menos todos pensaron, El Lobo esperaba a Caperucita como todas las tardes, deseaba que pasara con su vestidito rojo confeccionado por su abuelita, con su canasto lleno de galletas o de algo rico para la anciana.  

Aquella tarde El Lobo, que había premeditado todo antes, maniató a la sexagenaria, golpeo y desmayó en su propia casa, pero dejándola acostada en su cama, y cubierta con una cobija para que no se vieran las manos atadas y píe, cosa de hacer ver que estaba dormida. Cuando entró Caperucita a la habitación se escondió atrás de la puerta, la atrapó entre sus fuertes brazos y tapando su gritos le dijo al oído: Sorpresa, hoy el dulce eres tú. 

La niña no comprendía que estaba pasando y empezó a llorar, él con una mano en su boca aprovechó para amarrarle la boca con un paño, y sin dejar que corriera, empezó a acariciar su pelo, sus brazos y piernas, a reírse y decirle: Al fin te tengo. Los manos siguieron corriendo por su inocente cuerpo, sus acciones sólo hacían que la niña gritara en vano, e intentará correr inútilmente, pues, la tenía atrapada en sus piernas. Fue así en que entonces, la vida de Caperucita cambió para siempre, ya no volvería a ser la misma, su cuerpesito no estaría igual, ya sus ganas de querer salir nuevamente se verían apagadas, se mantendría callada, definitivamente, todo cambió.