jueves, 18 de julio de 2019

Rick y el abuelo


Rocko, era un portentoso perro de por lo menos unos 80 centímetros de largo, sus patas delanteras terminaban en un píe que en una mano humana podía abarcar completamente la palma. Su color, Negro azabache con unos ojos color miel que ante sus dueños y familiares se veían más brillosos. Llegó a esa familia siendo cachorro, producto de un regalo de los abuelos.

Creció y se le buscó pareja, de igual raza, Mastín Napolitano. La hembra recién llegada fue nombrada Rubí, color gris y de ojos negro, muy dócil pero a la hora de cuidar la casa era una fiera. Entre ambos tuvieron una camada de tres perros, una hembra y dos machos. 


La familia solo se quedó con Rick uno de los machos, porque los otros dos fueron entregados a los hermanos de los dueños. Rick nació gris pardo oscuro. Sus ojos como el padre, color miel, pero con una diferencia de pequeño era temeroso, y para comunicarse no lo hacía casi. Sus padres se preocuparon y Rocko preguntaba a Rubí que sucedía. 

Rocko: Que pasará que el pequeño no ladra, yo lo llamo y solo viene pero no ladra. Solo me mira.  


Rubí: No lo sé, es extraño. Escuché que lo llevarían al doctor a revisarlo.  


El cachorro solo observaba a sus padres y jugaba con la pelota. 


Pero en las noches, algo raro pasaba. Se escuchaban ladridos de Rick y a lo lejos se veía que jugaba con alguien, ante sus dueños no lo hacía y su comportamiento era diferente. Ante los padres Rocko y Rubí, tampoco lo hacía. Hasta que que el misterio quedó desvelado: Jugaba con el espíritu del abuelo que había fallecido hace años. Y es así que supieron que los conectaba con alguien que estuvo en la familia desde siempre.