miércoles, 6 de junio de 2012

Caperucita Roja, otra historia


Pero es que nuestra Caperucita Roja solo fue perseguida y engañada, tampoco con el cuento aquel que si los dientes, los ojos, las manos o los píe. Fue más allá de un diálogo lo interpuesto por su cobarde captor. Fueron más que sus oídos, los que sintieron en su cuerpo la presencia de aquel que de su piel e inocente humanidad anduvo por primera vez. 

No eran manzanas las que llevaría, tampoco tartaletas o dulcitos de alguna fruta. Se dice que nuestra Caperucita andaba siempre alegre, era la niña que a su edad jugaba con muñecas, se maquillaba ante el espejo soñando que era una mujer. La que cantaba sola o bailaba en una reunión familiar, la que quería mucho a su abuelita. 

Morenita, de cabello en rulos, de ojos grandes, y boca pequeña, sus brazos largos como sus piernas, delgada y de gracioso andar, sobre todo cuando salía con su mamá a visitar a su abuelita, algunas veces iba sola, por la proximidad de las casas.

Fue en esas tardes de ir y venir que aquel Lobo, la acechaba siempre le preguntaba a donde se dirigía e inocentemente ella respondía: " a llevar dulcitos a mi abuelita". Él se sonreía, y sobando sus labios, la miraba alejarse en el camino. 

Pero un día, el que menos todos pensaron, El Lobo esperaba a Caperucita como todas las tardes, deseaba que pasara con su vestidito rojo confeccionado por su abuelita, con su canasto lleno de galletas o de algo rico para la anciana.  

Aquella tarde El Lobo, que había premeditado todo antes, maniató a la sexagenaria, golpeo y desmayó en su propia casa, pero dejándola acostada en su cama, y cubierta con una cobija para que no se vieran las manos atadas y píe, cosa de hacer ver que estaba dormida. Cuando entró Caperucita a la habitación se escondió atrás de la puerta, la atrapó entre sus fuertes brazos y tapando su gritos le dijo al oído: Sorpresa, hoy el dulce eres tú. 

La niña no comprendía que estaba pasando y empezó a llorar, él con una mano en su boca aprovechó para amarrarle la boca con un paño, y sin dejar que corriera, empezó a acariciar su pelo, sus brazos y piernas, a reírse y decirle: Al fin te tengo. Los manos siguieron corriendo por su inocente cuerpo, sus acciones sólo hacían que la niña gritara en vano, e intentará correr inútilmente, pues, la tenía atrapada en sus piernas. Fue así en que entonces, la vida de Caperucita cambió para siempre, ya no volvería a ser la misma, su cuerpesito no estaría igual, ya sus ganas de querer salir nuevamente se verían apagadas, se mantendría callada, definitivamente, todo cambió. 


1 comentario:

YABARANA dijo...

Muy triste ..eso no es cuento, es triste realidad, sucede en estos momentos en algùn pueblo o ciudad de cualquier parte del mundo....triste