Se encontraba solo en su habitación a un lado de la cama,
vestido con ropa de casa, un par de calcetines del mismo color que su oscura
camisa, un pantalón largo y una cobija gruesa que le envolvía.
De a sorbos tomaba el té caliente de hierbas aromáticas que
preparó para aquella tarde entre él y la lectura de su libro, vaya que habían
pasado varias horas al menos entre ellos. El navegar de páginas ya alcanzaba la
mitad de su grosor.
Afuera caía la lluvia de octubre,llegó para odiosamente hacer
su tarea natural de refrescar, para él no era complicación, tenía ya días
encerrado pensando y tratando de unir las piezas para el artículo que preparaba.
Incesantemente sus pensamientos le asaltaban, entonces
tomaba su computadora y retomaba su palabrera, como si fueran pájaros revoloteando,
encerrados, pero libres. Indistintamente en el tiempo en que lo escribiera, se
unificaban las ideas. Entonces volvía a tomar otro sorbo de la dulce infusión, las gotas caían suavemente.
Se encontraba entonces consigo mismo, tal vez huyendo de sí.
Caía la noche y ya las hojas a navegar eran cada vez menos, caminaría a la cocina
a preparar algo de comer, y volvería a la habitación. Su interés no estaba
afuera precisamente.
Llegó la noche, y su manto ya arropa la ciudad, no hay
lluvia solo el clima frío. Él continúa en su habitación, esta vez ha encendido
la televisión para ver las noticias. La luz del artefacto inerte ocupa toda la
habitación.
Pasan las horas, y piensa que al artículo, ya le falta poco
para ser entregado. Mañana será otro día y lo envío, se dice para sus adentros y
apaga la televisión.
El reloj marca las 12:30 de la media noche y vuelve la
lluvia a la ciudad, como gotas son sus pensamientos, aunque duerma, es así
mañana será otro día.
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