Dedicado al dueño de mis sueños, porque eres mi sueño hecho realidad hijo amado. En las muchas tardes en que te pienso y doy gracias a Dios porque estés aquí.
Esta es la historia de una morrocoy llamada Sophía, también es la historia del como su amigo Adrián le
enseñó a cantar y bailar mientras le silbaba, sí es el cuento de la amistad de
ambos que hicieron el dúo más impactante de toda la historia musical conocida.
Cuentan que Sophía llegó a casa
de los padres de Adrián José muy pequeña, apenas siendo un bebé, el padre la trajo en una cajita tan solo con lechuga y agua, para ser posteriormente la
mascota de la familia.
Fue creciendo y con ello, llegó
el niño, aunque ya Sophía estaba crecidita, le fue encomendado al pequeño
Adrián su cuidado: “Debes tratarlo con respeto y cuidado, es un ser viviente y
hasta nuestro hermano porque Dios y la Madre Tierra lo quisieron así”, le dijo
su papá.
El niño todas las mañanas iba
alegremente con hojitas en sus manos, frutas, y flores a llevarle a Sophía, que desde su corral veía cuando se acercaba. Hasta que una mañana le habló:
-Gracias por todo lo que haces
por mí.
Adrián sorprendido se arrodilló y
vio del cómo le hablaba el réptil. ¿Tú hablas? ¿Cómo puedes hacerlo?.
-Todos los animales hablamos, y
más con quienes nos cuidan y protegen.
-Mi papá dice que eres como una hermana, por eso te protejo y cuido, además de eso para mí, eres mi amiga.
-Tú también lo eres para mí.
Pasaron los días y el niño Adrián
se sentaba horas hablar y jugar con Sophía. Hasta que un día le preguntó si
quería aprender a cantar.
-Pero como. Tú sabes cantar ¿Cómo
podría hacerlo yo?.
- Es fácil mi madre siempre lo
hace, me dice que yo también lo hago bien así que presta atención y te enseño.
Ahora no solo compartían juegos,
también
cantarían canciones en sus horas juntos.
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