Muy poco se sabe de cuál era la vida del famoso ratoncito
que come chocolate, turrón y bolitas de anís, que es chiquitín y cuya dueña es
Susanita. Su nombre es Vito, empezando
por el principio básico de presentarnos con los nombres.
Se cuenta que Vito llegó hace mucho tiempo a la ciudad y
que fue capturado una noche lluviosa como alimento para animales de una tienda
de mascotas ubicada a pocos metros del edificio donde vivía la familia de
Susanita.
El dueño de aquella tienda, un anciano de anteojos
gruesos y dificultad para agarrar objetos pequeños diariamente, escogía al
desafortunado ratón de una pecera para alimentar a Dora, una pitón amarilla que
daba la bienvenida a los visitantes.
A diario aquel momento era angustiante, para todos los
que en aquella pecera convivían a suerte de “presos” de un mismo destino. No
había tiempos para amistades, pues, al día siguiente no sabías si te
encontrarías con el amigo anterior.
Llegó el día en que casi lo agarra el viejo ciego, cuando
estuvo a punto llamaron al teléfono, para fortuna de Vito. Ese día suspiró y pálido vio como el anciano
murmuraba a su interlocutor, mientras tocía, y le decía que estuviera
tranquilo, pues, era una simple gripe.
Pasaría el tiempo y el susto al ratón, pero no que se
dejara de alimentar a Dora. Ese día fue otro la víctima.
Al amanecer volvería a sus labores, religiosamente se
dirigiría a la pecera a buscar el alimento de Dora, pero esa mañana todo
cambiaría, esta vez no fue el teléfono que le interrumpió, fue el timbre de la
tienda que sonaría. El hombre que entró en la puerta sería el mismo que le
llamó el día anterior, era su hijo mayor con su nieta Susana, quien adoraba a
los animales.
Susanita para su familia y allegados besó a su abuelito en
la mejilla y vio con curiosidad como se dirigía a la pecera. Observó la
intranquilidad de aquellos inquilinos pero en uno muy específico el más pequeño
y gordito de todos. Era Vito.
Entre los dos se buscaron con la mirada, sus ojos estaban
llenos de angustia. Los de Susanita de esperanza, es por ello que decidió
interrumpir a su abuelito y lograr apartarlo de la pecera, para luego rescatar
al ratoncito, meterlo en su mochila y llevarlo a casa.
Al llegar a su cuarto, apresurada lo sacó con cuidado y
lo colocó en su casa de muñecas, donde vive actualmente. Desde ese momento los
especiales cuidados, bolitas de anis, chocolates y turrón acompañan al pequeño
ratoncito.
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